Un sueño muy real. Gonzalo De Juan Gil

Un buen día, concretamente el día doce de enero de 2012, me levanté, me vestí, desayuné mi taza de leche y dos galletas y cuando me dirigí a mi habitación noté que me sentía extraño, no sabia que era, fuera lo que fuese no le dí mucha importancia, me senté en mi mesa y empecé con los deberes de matemáticas. Como todo niño en todo sábado no tenía ganas de trabajar, y mucho menos de hacer mates así que me puse la radio y saqué los libros de la mochila. Pensé que cuanto antes acabara antes podría ir a dar una vuelta, mi padre me dijo que iríamos al centro; me encanta ir allí porque me gustan mucho los monumentos como el Micalet, las Torres de Serranos o, la Lonja; la verdad, todos los monumentos de mi ciudad, Valencia, me encantan. Luego comeríamos en una pizzería.

Cuando me quise dar cuenta ya casi había acabado las matemáticas, solo me quedaban sociales e inglés. Por desgracia de sociales  me habían mandado muchas actividades,  unas doce. Eran las diez y media, empecé sociales, cuando terminé miré el reloj, solo por curiosidad, solo por saber cuánto había tardado, ¡ increíble … lo había hecho en dos minutos !, cuando lo ví, pensé que el reloj estaba parado y fui a la cocina para saber que hora era realmente, y en efecto, marcaba las diez y treinta y tres. Me senté y empecé a asimilarlo estaba fuera de mí. Cuando volví en mí acabé inglés mas rápido que lo hice con sociales, por lo tanto tenía el día libre. Puse la tele y me fijé que iba como a cámara lenta, corriendo miré el segundero del reloj y pude ver como iban pasando los segundos muy lentamente uno tras  otro.

Decidí no decir nada  y dejar que los demás se dieran cuenta por ellos mismos, de lo que estaba ocurriendo.

La mañana se me hizo eterna y nadie dijo nada sobre el tema, y es que nadie se dio cuenta; a las doce mi padre dijo que nos íbamos  ya, me puse el abrigo y bajamos a la parada del autobús que en ese momento se acercaba a unos tres quilómetros por hora. Total, que al cabo de un cuarto de hora, el autobús consiguió llegar a la parada. Entonces, le pregunté a mi padre:

–      Papá, ¿no notas algo raro en el autobús?

–      Si, hijo.

–      ¿El qué?

–      Pues, que me ha parecido que ha tardado muy poco.

–      Papá, ¿hablas en broma?

–      Pues no.

–      Ah, vale.

Entonces empecé a creer que solo me daba cuenta yo de lo que ocurría.

Al llegar al Micalet, muy despacio, vimos que había un guía gratuito y decidimos aprovechar la oportunidad, el guía hablaba muy lento, parecía muy interesante la explicación , a mí me costaba entenderle, como íbamos a paso de tortuga, me dio tiempo a apreciar cada trocito de piedra, ¡era bellísimo!.

Una vez acabamos, fuimos a una pizzería, nos tomaron nota claro está, a su tiempo, yo pedí una pizza cuatro quesos y de beber un refresco de naranja.  Tardaron muchísimo tiempo en servirnos la comida, pero cuando nos la trajeron, decidí comer lentamente para poder ir más o menos acompasado con mi familia.  Cuando mi hermano terminó de comerse el postre nos volvimos a casa.

No recuerdo una tarde más aburrida, intenté dormir la siesta y lo conseguí, me acosté a las tres y media, a mi me pareció una siesta de media hora pero el despertador marcaba las quince y cuarenta, es decir, en la nueva manera de pasar el tiempo tan solo dormí diez minutos.  Entonces recordé que la música seguía con su habitual ritmo, y decidí escuchar la radio. Estuve hora y media cantando, luego merendé un bocadillo de paté y más tarde le pregunté a mi madre si podía jugar a la videoconsola, me dijo que si, la encendí y  ¡sorpresa! los videojuegos no iban a cámara lenta. Estuve jugando hasta las ocho y después vi un partido de fútbol por la televisión con mi padre. Era súper gracioso porque iban todos a cámara lenta. Cuando metieron el primer gol se veía cómo el público se iba  levantando de sus asientos  y a la vez levantaban los brazos y gritaban:  ¡GOOOOOOOOOL !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!. Era graciosísimo.

Cuando acabó el partido, cenamos una tortilla de patatas y jamón. Luego me acosté, leí un poco y me quedé frito. Hoy había sido un día verdaderamente largo.

( … )

¡Un buen día !, concretamente el día doce de enero de 2012, me levanté, me vestí, desayuné mi taza de leche y dos galletas y cuando me dirigí a mi habitación recordé que había tenido un sueño extraño, soñé que el tiempo iba muy lento,  no le dí mucha importancia, me quedaban deberes pero sin embargo mi padre me prometió que hoy iríamos al centro.

Gonzalo De Juan Gil 1º ESO- D

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