HOSTIAS. Rosa Solbes

Si estos calores nos permitieran tomarla con humor, hasta sería divertida la polémica en torno a quién se le deben suministrar hostias consagradas y a quién no. Se ve que sí las puede recibir María Dolores de Cospedal (esa presidenta a una mantilla pegada), pese a contravenir en su vida familiar unos cuantos preceptos de la Santa Madre Iglesia. En cambio, otro cura se las negó a tres homosexuales y a un divorciado casado, de la valenciana Cofradía del Prendimiento. Lo mismo ocurrió a la “casquivana” Carmencita Martínez-Bordiu en la primera comunión de sus hijos, claro que el abuelitísimo estaba bajo la losa que si no a ver quién era el chulo…

Todo lo cual ha llevado a unos cuantos sacerdotes “de base” a pedir aclaraciones sobre qué oropeles exoneran a feligresía y oficiantes de cumplir el mandato papal y el Código de Derecho Canónico… o igual es que depende de la fase de la Luna.

Menos risa da comprobar cómo se ha amargado y se sigue amargando la vida a buenas gentes que insisten en mantener relaciones con el catolicismo pero no actúan con la sumisión de los corderos. Una amiga cercana y excelente persona, que enseña religión porque no ha encontrado otra cosa, sigue en un ay por si la jerarquía se entera de su actual emparejamiento de hecho y de sus dos divorcios anteriores. Se quedaría en la calle, claro, porque vive de sus clases. Pagadas, por cierto, por un Estado presuntamente aconfesional.

En el instituto tuvimos un capellán y profesor de los de Juan XXIII. En el aula se debatían temas sociales y en la capilla confesaba y decía misa. Hasta que un buen día se enamoró, “echó los papeles” y se casó. Por órdenes del obispo, tan caritativo, el hijo no pudo ser bautizado durante muchos años: imagino que se consideraría al tierno infante el resultado de la abominable lujuria de la que, como es sabido, carecen todos los ungidos. En el mismo centro el director “tuvo” que dimitir porque su joven hija había quedado embarazada antes del matrimonio.

Aquellos casorios apresurados (“de penalti” decíamos en horrible expresión) fueron también motivo de dramas familiares y de las mayores crueldades. Y aún dicen que abortar es un crimen. En muchas ocasiones la beatería expulsaba de casa a la transgresora, pero eso sí, entre santiguaduras y oraciones. Y ya te las apañarás. Otras veces se parapetaban tras los misales y enviaban a la chica a “estudiar fuera” durante 9 meses, y no precisamente porque no tuvieran posibles para la crianza. A su vuelta al “hogar” ella se había licenciado en partos y llantos, y sé de alguna que todavía anda metida en arrepentimientos y reconcomes, en odios, pesadillas y terapias. Escribo en pasado, pero sin estar segura de que todo esto haya quedado atrás.

Si el Cielo no lo impide pronto textos y gentes piadosas se encargarán de la “educación sexual” en los centros escolares. Cuando alguna muchachita cometa “un desliz con consecuencias”… ¿seguirán explicándole que hay almas bondadosas que pueden encargarse del fruto del pecado?

ROSA SOLBES 08/07/2011. El País.

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