Sueños fallidos de princesas perdedoras

Alicia paseaba nerviosa por el castillo, hacía más de una hora que el sombrerero se había marchado. ¿Dónde narices estaría ese chalado? Seguramente habría parado a tomar té, normal en él.

-¡Señorita Alicia! ¡Señorita Alicia! –chilló aquel conejo blanco con chaleco que aferraba el dobladillo de la falda de Alicia.

-¿Qué ocurre? ¿Ya ha llegado el sombrerero?

-No es eso señorita, ha venido una princesa preguntando por usted.

-¡¿A qué esperas?! ¡Hazla pasar!

El conejo desapareció corriendo tras los helechos de la entrada. Al instante, una princesa de tez rosada y labios ligeramente pintados de carmesí entró acompañada de un candelabro y un reloj. Bella.

-Oh, me alegra verte aquí, hace mucho tiempo que no nos vemos. Te veo muy… muy… cambiada.

Alicia miró detenidamente la cara de aquella princesa, seguía igual de la que recordaba pero un tanto desmejorada. Se marcaban dos medialunas violáceas bajo sus penetrantes ojos, no llevaba apenas maquillaje y su pelo yacía despeinado y encrespado bajo un gorro amarillo chillón.

-¡No sabes lo que ha pasado! ¡Es terrible! –Bella empezó a gimotear de manera exagerada y se lanzó a los brazos de la menuda Alicia.

-¿Qué ha pasado? –se alarmó. Nunca había visto llorar a Bella de aquel modo.

-Es Bestia… se lo han llevado a la perrera.

Alicia no pudo evitar soltar una carcajada. En la perrera. Continuó riéndose disimuladamente, le hacía mucha gracia aquello. En la perrera, se imaginaba una cosa más grave.

-¡No te rías!

Bella notó que Alicia se estaba mofando de ella. ¿Cómo se podía ser más insensible? Su amado estaba encerrado en un recinto lleno de chuchos sarnosos y a ella no se le ocurría otra cosa más que reírse. En un arrebato de odio Bella le atizó un puñetazo en el hombro a su amiga.

-¿Qué narices haces? Si solo has venido a pegarme ya te puedes marchar de mi castillo.

-No… –Bella se limpió las lágrimas- Venía a hacerte una propuesta.

-A ver por favor, guardar silencio.

Alicia no oía tan siquiera su voz entre aquel escándalo. Se hartó y empezó a chillar:

-¡¡¡Qué os calléis de una puta vez!!!

Todas las princesas callaron y se quedaron estupefactas por el lenguaje de Alicia. Ella lo notó y con una sonrisa dibujada en su cara articuló un “perdón”.

-Os he reunido por una razón de peso. A todas nos preocupa lo mismo, la fama.

-¡Mentira! –se oyó entre las presentes.

-No neguéis la verdad, soñáis en volver a tener vuestras películas, vuestros pósters, vuestras series. Lo añoráis tanto como yo, echáis de menos el volver a ver vuestras caras en la carátula de algún DVD, o vuestros nombres en el título de alguna película.

En realidad todas soñaban desesperadas en su antigua vida, cuando las niñas deseaban ser como ellas, princesas. Pero todas lo negaban, dejaban atrás sus esperanzas e intentaban seguir adelante con su vida cotidiana.

-¿Y qué pretendes decir con esto? –Ariel se levantó.

-Pretendo que los niños vuelvan a nombrarme y le digan a sus madres “Mamá, mamá, ponme Alicia en el país de las maravillas”. Que vuelvan a reír con escenas sin violencia, solo quiero volver.

-¿Cómo? Crees que dejaran las videoconsolas, las series de Chuck Norris y los Teletubbies solo por verte caer por un agujero? No sueñes despierta querida –Blancanieves parecía convencida de sus palabras, estaba segura que jamás volverían a salir por televisión.

-Oh no, no me comprendéis, solo quiero volver a ser la misma, no por dinero sino por mí, por volverme a sentir útil. ¿Acaso no os cansa hacer lo mismo día tras día?

-No hables en general, por mi parte seguiría igual que siempre, mi trabajo me encanta y soy feliz con mi vida –Cenicienta alzó la voz por encima de la de Alicia.

Mulán que contemplaba con odio a Cenicienta decidió intervenir:

-¡Claro que te gusta tu trabajo! ¡Con lo gorda que te estás poniendo mientras diriges todos los establecimientos de comida rápida!

Cenicienta se sintió ofendida aunque en el fondo sabía que aquello era cierto, había cogido un par de quilos desde que trabajaba allí, exactamente noventa y tres.

-¡Pero que me tienes que decir tú a mí, fracasada!

-¡¿Fracasada?!

Jasmín se levantó enfurecida.

-¿Os queréis callar?

-Cállate tú –chilló Mulán-, en vez de haber venido aquí a mandar callar te podrías haber quedado en la cárcel de Afganistán con tu marido. Sí, lo saben todos. Que no es ningún secreto lo tuyo, que sabemos que han acusado a Aladdin de tráfico de objetos voladores.

-¡¡Ahh!! Anda que lo tuyo es peor, tanto guerrera, tanto guerrera que al final has acabado como ama de casa.

Ahora la que se alzó fue Pocahontas.

-Por favor, un poco de respeto, callaos.

Cenicienta le empujo por detrás haciéndole chocar con Aurora.

-Tú a mi no me mandas nada!

Pocahontas y Aurora se levantaron y empujaron a Cenicienta tirando a su paso a Meg.

-¡Que os pasa!

Otro empujón, y otro, y otro. Toda la sala del castillo se convirtió en un espectáculo de lucha libre. Las uñas postizas saltaban por los aires, mechones de pelo de diferentes tonalidades cubrían el suelo, zapatos de tacón servían de arma junto con los broches de los vestidos. De fondo sonaban los gritos de dolor de algunas, que tumbadas en el suelo eran pisoteadas mientras buscaban sus lentillas.

Alicia lloraba, se sentía fracasada, no había conseguido su propósito, tan solo había formado una batalla entre princesas. Bella se dio cuenta y paró de pegarse con Kida. Le siguieron las demás.

-Alicia, no llores pequeña, que paramos de pelear.

-No, si no es por eso. Por una cosa que podría haber salido bien… va y se tuerce todo.

Jane acarició la cabeza de aquella criatura dolida.

-Oh, no se ha torcido todo.

-¿A qué te refieres?

-Mira cariño en esta vida la fama no es lo más importante. Sé que tu intención era volver a ser lo que una vez fuimos, pero estate segura que no volverán esos tiempos de gloria. Tomamos caminos diferentes, no volvimos a hablarnos, la envidia nos corroía por dentro, nos odiábamos mutuamente, una quería lo que tenía la otra y así empezó el motivo de nuestra enemistad. Pero gracias a ti hemos vuelto a tomar una cosa más importante que una portada de película, nuestra amistad.

Era verdad, aunque llegaron a pegarse en aquella tarde todas se querían como hermanas, habían vuelto a hablarse y a tomar amistades pasadas.

-Adiós, ha sido un placer el volver a veros –se despidió Alicia.

A la salida se pudieron ver a un montón de fracasadas, pero fracasadas felices.

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