Mario y su viaje. Jorge Michael Chávez Campaña

Mario y su viaje

No era hace una vez, sino que parecía ser pero no era, en este verdadero y escalofriante siniestro donde todos los jóvenes habían dejado de preocuparse por lo que realmente importa, vivían el día a día dejándose llevar por la insoportable rutina que te acompaña siempre.

Mario, un chico adolescente, tímido a su parecer, pero sólo a su parecer, empezó a percatarse de la situación en la que se encontraba desde hace algún tiempo, había crecido en una gran variedad de ambientes y ahora se sentía aburrido, no identificado con nadie, como que aquí no tenia nada que hacer. Su ex amiga Ignorancia se había hecho con el control de casi todos, Mario no sabía que hacer, sólo le quedaba adaptarse a esa realidad que nada le gustaba.

Cierto día Mario, que volvía como casi siempre de su instituto distraído, pensando en sus cosas, observó que a una anciana se le cayó al suelo un particular caramelo. Al principio no le llamó la atención, qué iba a ver de emocionante en un caramelo pensó, pero la extraña caricatura dibujada sobre el envoltorio del pequeño caramelo, sí que captó su atención, así que lo cogió, y lo dejó en su casa sobre su escritorio, para examinarlo más a fondo en cuanto tenga tiempo. Lo hizo, y no halló nada llamativo, sólo su olor, así que le quedaba probarlo, pero eso ya no lo hizo, Mario olvidó el caramelo y dejó de pensar en él.

Al día siguiente, Mario estaba en su habitación, se encontraba más aburrido que nunca, no tenía dinero ni podía salir. De pronto, su vista y posteriormente todos sus sentidos se centraron en aquel caramelo que había abandonado en su escritorio. Lo cogió, tiró el envoltorio y se metió un trozo en la boca, le sabía como un manjar, no esperaba que estuviese tan bueno. Después de esperar un rato, no pasó nada y comenzaba a volver el aburrimiento, así que agarro su mochila y se fue hacia el bosque en su bici.

En su viaje en bici comenzó a notar de pronto una sensación inconsciente-consciente, y observó como la piel de sus manos se movía, era como elástica. Gracias a esto casi tiene un accidente, al no darse cuenta que el semáforo estaba en rojo. No sabía a que podía deberse y buscaba una explicación cuando la bombilla de su quijotera se encendió con la imagen del caramelo. Ahora ya sabía a que se debía lo de la mano, no podía haber sido otra cosa, era el caramelo.

Mario se había adentrado en el bosque y ya cansado de ir en bici, decidió parar a descansar en un tronco que vio en el suelo y que parecía cómodo. A su alrededor, mucho césped primaveral, árboles, gran variedad de flores, bichos, entre otras cosas. Empezó a notar los colores con una atractiva intensidad, eran más llamativos. Todo su entorno se estaba transformando. Centró su mirada en unas flores alargadas y en ellas vio el rostro de dos hermosas chicas que le miraban. Sus zapatos, que se había quitado, adquirieron forma de ninfas que le hablaban, sin embargo, él no podía hablarles.

Pasado un tiempecillo, cambió el rumbo de sus ojos, y esta vez se empanó mirando al cielo, tanto que hasta cambio de color, se hizo verdoso y las nubes adquirieron multitud de formas perfectas, unas eran enormes barcos, otras caras de animales y hasta ovnis.

Mario estaba muy a gusto y ahora sabía que cuando centraba su mirada en algo, ese algo cambiaba más que el resto de algos.

Miró su reloj y se sorprendió, había pasado mucho más tiempo del que pensaba, así que siguió observando. En sus adentros comenzó a angustiarse, debido a que no entendía que ocurría con el tiempo, no era capaz de calcular cuánto tiempo había pasado y mucho menos lo que quedaba para que lo que le estaba pasando acabase.

Cogió su bicicleta y pedaleo y pedaleo sin parar, sentía que podía, eso le motivaba y le ayudó a olvidar los pensamientos que antes había tenido. En un santiamén se encontraba en la agitadora cuidad, pero le agradó porque no la concebía como antes, aunque ya tampoco como el bosque.

Se agobiaba un poco por el ruido de la ciudad, y entonces la nueva realidad que se le ofrecía ante su mente había hecho que las personas, todas las que veía se asemejasen a una sola. Esto causó mella en él, pareciéndole asombroso, se echo a reír y por poco, vuelve a caerse.

Mario fue notando, al cabo del rato, que todo había vuelto a la normalidad, sin apenas haberse dado cuenta de ello. Quedó maravillado porque nunca pensó que algo así le pudiese ocurrir, con un simple caramelo, pero jamás llegará a averiguar que hacía aquella anciana con el caramelo.

A partir de ese entonces Mario no volvió.

La realidad no existe.

Jorge Michael Chávez Campaña

1º Bach. Humanístico

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